Siete días de toque de queda




En las protestas cada vez se gritaba más. No estaban articuladas y eran ignoradas por la mayoría de la población. El ruido empezó cuando los estudiantes y jóvenes manifestantes tomaban algunas de las principales estaciones de metro, bajo el lema de evitar pagar la nueva tarifa del transporte público en Santiago, que pasó de 800 pesos, a 830 en hora de alta afluencia, 1,14 USD.

La nueva tarifa rigió a partir del domingo 6 de octubre. De esa fecha, al viernes 18, transcurrieron casi 2 semanas, en las que el Gobierno en su misma sordera política, ignoró y subestimó las pequeñas protestas. Por un lado, el ministro de Economía recomendó “despertar más temprano” para evitar el horario de alta afluencia de usuarios, y por ende pagar menos pasaje. Por otro lado, la ministra de transporte descartaba revocar el alza de las tarifas.

Foto: revistadefrente.cl
Para el viernes 18, la olla de presión de 30 pesos y 30 años de desigualdades, estalló. Fui a una estación de metro a las 5:00 de la tarde a buscar monedas para la caja registradora del local donde trabajo, y escucho por el parlante que cerrarán las líneas 2 y 3 del metro. Los trabajadores del metro corren. Y una extraña presencia policial a las afueras.

Para la noche, ya Chile había literalmente despertado. Sebastian Piñera en su misma sordera política, cenaba en un restaurant en Vitacura, una comuna ubicada al nororiente de Santiago de clase media-alta. Luego, salía en televisión desde el Palacio de La Moneda. Decretaba un Estado de Emergencia, que los mismos conductores de noticias no sabían explicar. Nunca había sido ejecutado por conflictos políticos desde que Pinochet instauró su dictadura. Cierre de estaciones, suspensión de rutas de buses. Las cacerolas sonaban desde los balcones, departamentos, esquinas, casas.



Como se ha dicho en reiteradas ocasiones, el Chile de esa noche fue muy distinto al de los días venideros. Piñera no se refirió a protestas. Las identificó como actos vandálicos, ataques criminales. Ya las estaciones de metro ardían en llamas, algunos buses del TranSantiago también, y apenas se iniciaban los saqueos de cadenas de supermercados. Para el sábado, ya el Ejército tenía tomaba casi toda la ciudad de Santiago, ni en Venezuela durante los disturbios de 2017 los llegué a ver en las calles.

Santiago se parecía más a de León de Caracas que de Chile

Me acerqué a diversos puntos de protestas. Los locales comerciales cercanos en su mayoría eran saqueados. Buses completos calcinados, avenidas cerradas. Encapuchados y las pancartas con mayor creatividad que jamás había visto.

En el amplio petitorio de los manifestantes, confluían derechistas e izquierdistas. Algunos cantaban Violeta Parra, Víctor Jara. Había de todo un poco, los que pedían la renuncia de Piñera, y también los que votaron por él. Los que exigían una ley para productos veganos o sin gluten, jóvenes con gorras del Che. Los que pedían que Piñera renunciara, y los que querían la cabeza de sus ministros. Incluso, hasta alcaldes llegaron a reclamar en televisión que había comunas que recibían más dinero por habitante, que las de estratos bajos.

En los reclamos, también entraban los medios de comunicación. Vi como corretearon a mas de un periodista totalmente identificado, o les exigían a fotógrafos borrar imágenes: “no soy parte de tu show culiao”. ¿Qué les reclamaban? Que, según ellos, mostraban solo la faceta violenta y de disturbios y no los reclamos, o las manifestaciones pacíficas. Las primeras tres horas del Toque de Queda -también primero en la democracia chilena-, eran una fiesta para los manifestantes, y quizás una burla para el Gobierno. Nadie lo respetaba, y entre el Ejercito y los carabineros (policías) solo correteaban a los manifestantes, hasta que terminaban por guardarse en sus casas.

Las enormes colas me devolvieron a Caracas. El olor a lacrimógena me devolvió a Caracas. La represión, me devolvió a Caracas. La violación de los Derechos Humanos a algunos manifestantes, la antipatía de los políticos, la ballena paseando en la ciudad, la tanqueta en la esquina. Y de nuevo pensé, militares a los cuarteles. Preferiría que no salgan de ahí jamás.

La farmacia donde compraba algún medicamento, saqueada. El supermercado al que iba una vez al mes, saqueado. El abasto donde compro entre semana, con cola larguísima y sin proveedores que trajeran mercancía pronto. ¡Maldita sea!, pensé. “No puede ser que viva otra vez esta vaina”. Compré una harina pan, jamón, queso. En casa tenía atún, pollo, pasta, unos yogures, galletas, café, azúcar. En fin, dije “no me estresaré, tengo suficiente para dos semanas”.

Cerraba las ventanas para evitar el olor a bombas lacrimógenas, volvía temprano del trabajo para poder cruzar las protestas y guardarme temprano. Aunque admito que no podía dejar a un lado estar hurgando páginas web de información, preguntándole a los chilenos con los que conversaba qué pensaban, y mantenerme informado. A pesar de que no ejerzo en Chile, no se me quita la fiebre.

La clase política sin clase, y sin política

Las declaraciones antipáticas de los ministros y partidos de Gobierno no pararon. Jacqueline van Rysselberghe, de un partido oficialista, comentó en televisión que la dificultad de las bajas pensiones en el país no podía llevarse a discusión “porque no había manifestantes abuelos”, y que eran muy jóvenes. Por otro lado, no podían discutir tampoco el acceso a vivienda digna “porque los manifestantes viven en Ñuñoa” -una comuna de clase media-. O por ejemplo al mismo presidente hablando de estar en guerra, y luego uno de sus Generales al mando asegurando que “no estaban en guerra con nadie”.

Solo en la primera declaración de Piñera se refirió exclusivamente a vándalos y criminales. Luego, a pesar de que los mencionaba, destacaba la protesta pacífica. Por el contrario, sus ministros evitaban a la segunda, y se enfrascaban en actos violentos, vandálicos, criminales, etc.

El ministro de Economía terminó pidiendo perdón por mandar a la gente a levantarse temprano y pagar menos pasaje. Piñera, hizo lo propio por no haber visto la molestia social, al igual que la Intendenta de Santiago. Aunque tarde para eso, porque ya el daño está hecho, parece ser el momento correcto para recuperar a Santiago de los daños, y hacer de Chile un país más justo.

Créditos: Fotografía principal Agencia UNO.

Comentarios

  1. Excelente crónica mi Ger ... increíble mi abuela decía
    " si huyendo de la Cruz pesada vas, adelante más pesada la encontrarás" dichos sabios.
    Quién iba a pensar que recibirían Venezuela en tan poco tiempo.
    Fuerza y fe, no queda de otra saludos

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  2. Excelente tu relato de lo vivido en Santiago de Chile

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