Después de 36 años: Un mundial en Perú desde la vista de un extranjero


Podían llenar y vaciar las calles y plazas cada vez que querían. En Trujillo, al norte del Perú, podían gritar de soledad y llenarse de celebración. Al llegar hace 3 meses, no sabía que viviría la experiencia de un país que asistía a una Copa del Mundo. Y no solo asistir, sino ir luego de 36 años de ausencia.

El primer impacto era la sanción que caía sobre el capitán Paolo Guerrero, por dar positivo por dopaje. La FIFA decidió suspenderlo por seis meses, y en un intento por revertir la decisión, se la aumentan a un año, perdiéndose así el poder jugar en Rusia con la Blanquirroja. Y probablemente su única posibilidad de jugar una Copa del Mundo, por su edad.

Semanas después, los presentadores de televisión lloraban en vivo dando la noticia de que Paolo podía jugar. La primera plana de los diarios informativos, era Guerrero. Las notas de color con entrevista a sus familiares, pareja, amigos inundaban la agenda informativa, Paolo era la noticia.

Marchas expresándole apoyo, de colegios, instituciones públicas y ciudadanos en general. Incluso, el periodista que dio la primicia un día antes de ser publicada, fue premiado con un viaje a Rusia.

Cuando salió al ruedo el álbum de barajitas, aceras enteras estaban llenas de tarantines con las promociones, los álbumes más costosos, -los chimbinis como diría José Visconti-, las cajas de barajitas y las individuales. También las falsificaciones, y los grandes robos de mercancías valoradas en miles de soles. 

En la sección de electrodomésticos de los centros comerciales, las neveras tenían la famosa franja roja con bordes blancos en sus puertas. Inodoros, puertas de los vehículos, muebles.
Había sus apáticos, como no, pero eran muy pocos. “Quítate ese polo (de la selección) mensa”, le gritó un viejo a una muchacha en la calle. Perú ya estaba eliminado y jugaba su último partido frente a Australia. Una señora que vende postres en la calle, me comenta una noche que conoce gente que vendió propiedades para ir a Rusia. Otros, que apostaron grandes cantidades de dinero y los que prefirieron abastecerse con buenos televisores en sus hogares.

En algunos programas de entretenimiento de la televisión, mostraban como te podías realizar un peinado que llevaba algún jugador. Otros, hacían parodias sobre "cómo serían más guapos" los jugadores, -cosa que desató una polémica contra el racismo-, y así sucesivamente.

A la hora del juego, en la planta televisiva donde trabajo, habilitaron una pantalla gigante para los trabajadores. A pesar de que no se dio el día libre como en otras empresas, durante los 90 minutos más el agregado solo trabajaban dos personas en todo el canal: El que abre la puerta, y el encargado de las redes sociales que debía postear el juego en vivo. De resto, todos estaban ansiosos frente a la pantalla. Esto, solo mientras “la Blanquirroja” se mantenía con vida. Frente a Australia, debieron conformarse con un pequeño tv de oficina.
En los colegios, padres, representantes, docentes y autoridades educativas estaban enfrentados: No se podían suspender las clases, pero seguir a la selección parecía ser un acto patriótico. Por lo que en su mayoría, decidieron que cuando el partido fuese entre clases, se incluiría verlo como una actividad recreativa y educativa: todos quedaban felices.

Luego de que Perú perdiera con Francia, se acerca un gerente a saludarme, mi reacción natural es “Hola, ¿todo bien?” a lo que sorpresivamente me responde “Oye, ¿Cómo va a estar todo bien si Perú está eliminado?”, no supe responder. ¡Era lógico que nada podía estar bien! Pero son esos saludos “normales” para uno, que para otros no lo son.

“Yo no pude contener las lágrimas, ¿te imaginas esperar 36 años más? De broma lo podrán disfrutar mis hijos”, me dijo una señora. “Perú ya fue, nos toca volver a esperar”, vociferó otro. Algunos prefieren bromear, “Dicen que estas camisas duran 36 años, veremos”. A diferencia de otras selecciones, como Argentina, los peruanos adoran a sus jugadores, en su mayoría fueron incapaces de reprocharles no haber podido clasificar en Rusia.

La misma que lloraba por Perú frente a Francia, gritaba de alegría desde su puesto de trabajo durante el juego contra Australia. Ahí, el Perú ganaría 2 goles por 0. Los gritos de GOL parecían dignos de una clasificación a la final. Esta vez no hubo caravanas, -o ‘pasacalles’ como le llaman aquí-. “Nos faltó suerte, esos patas (amigos) jugaron bien”.

En una venta de desayuno, 2 horas antes del partido, una peruana comenta que “ya no es la misma emoción”, pues están eliminados, pero igual sintonizan, lloran y aplauden, a una selección que promete más goles y victorias.

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