¿Víctor Jara en el olvido? Una herida de la dictadura chilena

Créditos: Vanessa Vargas

Si no es por un documental de Netflix, el nombre de Víctor Jara pasaría desapercibido en pleno corazón comercial de Santiago de Chile. Rodeado de malos olores, veredas llenas de venta informal y suciedad, está el estadio Víctor Jara, antiguo estadio Chile. Donde en 1973 militares sublevados a favor de Augusto Pinochet asesinaron y torturaron a miles de civiles, entre ellos, el cantautor latinoamericano Víctor Jara.


Víctor Jara fue sentenciado y torturado en las instalaciones de ese sitio. El 11 de septiembre de 1973, fue detenido en la Universidad Técnica del Estado y trasladado al recinto que se convirtió en un campo de concentración.

En la fila de detenidos, Víctor es reconocido por uno de los militares. "Vos sos el guebón de Víctor Jara, el cantor de canciones comunistas, canta ahora concha de tu madre", le decían mientras era golpeado, narran dos sobrevivientes del estadio Chile. "Cuando le golpeaban las manos, le decían 'vamos a ver si ahora con estas manos vas a poder tocar la guitarra hijo de puta'."

No es sino hasta el 18 de septiembre, en que la esposa de Víctor, Joan Turner de Jara, es informada de que el cuerpo de Víctor está en la morgue de Santiago. Su esposa reconoció su cuerpo en la morgue. 


"Estaba muy maltrecho y cubierto de sangre. Semidesnudo y lleno de heridas de bala. Sus manos colgaban de las muñecas".

Para la investigación del documental de Netflix, fueron consultados exconscriptos que estuvieron presentes en el estadio Chile torturando a los presos. Uno de ellos fue identificado como Pedro Pablo Barrientos, asesino de Víctor Jara. Según narra el documental, este siempre iba con una pistola, y decía que con ella, había matado "a ese comunista Víctor Jara".

"Víctor Jara estaba sentado en una de las camillas del Ejército. Estaba todo machucado, machucado el muchacho. Sentado ahí le daban, y le daban y le daban de nuevo. Le disparan casi a quemarropa". 

¿Cómo es hoy el estadio Víctor Jara?

Luego de ver el documental, me nació la curiosidad de visitar el sitio. Sacar unas fotografías y reseñar lo que sentí. Aún más, viendo que eso que ocurrió en 1973 en Chile, ocurre hoy en Venezuela. Torturas, asesinatos extrajudiciales, presos de consciencia y persecución política. La única diferencia de ambos casos, es que uno era de derecha y otro de izquierda. Pero los extremos se unen.

Para un turista curioso, o un residente recién llegado a Santiago, puede ser interesante conocer este sitio. Pero las puertas ni siquiera están abiertas al público en general. Apenas en un cartel se lee “estadio Víctor Jara” y se ve una fotografía desgastada del cantautor. En un pasado cercano, funcionó como albergue para personas en situación de calle, durante el invierno. 



Hoy, el sitio está clausurado. Las paredes y pisos escucharon tanto las letras de amor y lucha social de Víctor, como los gritos de dolor y las ordenes de tortura de los golpistas. Hoy, oyen y suspiran silencio, de resignación.

Vi una herida de la dictadura chilena, en el olvido. Ignorada. Nadie parece temer que esto ocurra de nuevo. O lo propensos que somos en Latinoamérica a un régimen militarista.

No me atreví a sacar mi teléfono para una fotografía. Ni siquiera a detenerme a detallar el sitio por fuera. A pesar de estar rodeado de muchos comercios, justo en frente hay completa soledad. En el pasaje de unos 50 metros aproximadamente, no hay nada, más que sucio y aguas servidas. Si no fuese por el nombre o lo que leí al respecto, no me entero que ese fue uno de los principales sitios de tortura de Pinochet. Con esto, Víctor murió dos veces.


No hay una placa conmemorativa. No hay un aviso. Según un reportaje publicado por la web Eldesconcierto.cl:


“A veces llegan extranjeros a tocar las puertas del estadio: dependiendo de la voluntad de los trabajadores del recinto, consiguen un pequeño tour o una historia sobre el espacio”. 

Incluso, reseña que el memorial que se construyó en el espacio donde fueron tirados los cuerpos de Jara y Quiroga en la comuna de Lo Espejo está tapado por los escombros y la basura.

Víctor Jara me recordó en todo momento al “cantor del pueblo” Alí Primera. Sus letras e ideales de lucha popular contra los regímenes totalitarios y opresores los une y tienen algo en común.

Estas dictaduras caen, no son eternas. Ese no es mi temor. Mi temor es realmente el olvido. Que después de todas las atrocidades de estos regímenes, se olvide como se intenta olvidar a Víctor Jara. 

Un extranjero como yo no tiene ningún interés político o económico de no olvidar a Víctor. Más allá del desespero que no se copie esta actitud en otras latitudes del mundo.

Es más cruel el olvido, que la tortura.

Comentarios

  1. Tienes mucha raxor no sé que duele más la tortura o el olvido. Yo creo que ambas porque cuando olvidamos corremos el riesgo de repetir esos modelos dictatoriales. Y la tortura porque ya no duele . porque a los que les dolía murieron.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario