En unos días como los
actuales, con tan intenso ambiente político y social que vive el país, por
redes sociales, en la calle, por mensajes de texto o en simples diálogos o
discusiones con la gente, llegamos a darnos cuenta en qué clase de sociedad
estamos viviendo, y como se va desarrollando cada vez más el odio.
Lamentablemente vivimos –a mi parecer- en el país más hermoso del mundo pero
tristemente no el mejor porque no se cansan de destruirlo y no solo su
Gobierno, sino también sus ciudadanos. Vivimos en un país en el que ya no se
pregunta “¿Cuál es tu nombre?” o “¿De dónde eres?” sino se pregunta “¿Apoyas al
gobierno, o eres Caprilista?” y a partir de esa interrogante, se desprende o
una muy agradable conversación si pensamos con la misma ideología política, o
un rechazo apoyado de un concierto de insultos (de lado y lado) por pensar
distinto, hasta llegar al punto de la ignorancia y brutalidad de terminar
relaciones familiares, amistades, noviazgos, etc.
Hace poco, en las
vacaciones de Semana Santa en la vía de regreso Puerto la Cruz – Caracas, mis
padres y yo nos quedamos accidentados, buscando alguna ayuda cercana nos recibió
en una muy humilde casa una señora de aproximadamente 60 años o más, en el
techo ondeaba una bandera del Partido Socialista Unido de Venezuela, y en su
pequeña sala resaltaba un afiche de Hugo Chávez, la señora me recibió con muchísima
–hasta exagerada- atención, contacto a un mecánico que vivía cerca, incluso le
dio facilidades a mi mamá (Opositora y “caprilista” radical) de tomarse un
medicamento para los mareos que tenía por sus acostumbrados nervios. Luego que
se solucionó el problema con la camioneta, seguimos el recorrido, mi mamá –que es
poco tolerante con los seguidores del gobierno- ¡hasta intercambio números telefónicos
con la señora que nos atendió en su casa! No hubo ningún altercado, al
contrario, una nueva amistad.
Por mi parte, tengo la
dicha de tener amigos oficialistas, aunque muy pocos, la verdad no se la razón,
pero les aseguro que puedo mantener una buena discusión con ellos, y bien
intensas, pero sin faltar el respeto ni queriendo convencer al otro de cambiar
su ideología política, porque se puede trabajar, oír y opinar cada quien desde
su bando respetando al otro.
Estoy sumamente seguro
que lo que estoy diciendo no es un descubrimiento grandioso para la humanidad,
ni es algo que seguramente no hayan oído en cualquier esquina, pero ¿Qué ocurre?
Que a las personas que están falta de valores familiares y ciudadanos, hay que
recordarles una y otra y otra vez que se debe respetar cualquier condición ideológica,
sea de política, de cultura, sexual o la que sea. Hasta las condiciones
homosexuales, transexuales, etc. deben recibir un respeto y una inclusión en
cualquier sociedad sin radicalidades religiosas ni políticas. ¿o es que acaso
el mundo solo está apto para cierto grupo de personas?
Muchas personas dirán “Pero
es que Chávez era el primerito que impartía el odio” si, quizás si pueda estar
de acuerdo con este comentario, pero si vas a excusar tu odio y tu arrechera,
desde esa idea anterior, entonces podría
estar totalmente convencido de que eres una persona que se deja convencer por
cualquier cosa y no tienes un pensamiento propio. Porque mi familia siempre me
inculco valores como el respeto y la comunicación, ¿entonces por qué abandonare
mis valores por ver como otros hacen el odio? El odio y el rechazo vienen desde
las mismas entrañas de las personas.
Por ultimo no pretendo dar clases de cómo ser un
mejor ciudadano, una mejor persona ni consejos de convivencia familiar, pero si
te invito a hacer una lista imaginaria de las cuestiones que valoras de aquellas
personas que piensan diferente a ti, y empieza a quererlas por eso y no por su condición
religiosa o política. Ah, otra cuestión, deja de esperar que un gobierno inepto
trabaje por ti y te dé el pan de cada día, considero que somos personas aptas
para salir adelante por más difícil que se pinte el ambiente.
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