Todo comenzó como una
echadera de vaina entre panas, y como dicen por ahí “entre broma y broma la
verdad se asoma” y terminamos ideando un plan, el cual nunca cumplimos como lo
teníamos propuesto, y nos fuimos a la Perla del Caribe, la isla de Margarita
sin saber que no sería nada fácil convivir seis personas bajo el mismo techo,
cinco de ellas totalmente inútiles en deberes del hogar y de esos cinco un
portugués que no orinaba pa´ que la tierra no chupara… así comenzó todo.
Para ser sincero,
nuestro viaje comenzó mal por cuestiones ajenas a nuestra voluntad, la
aerolínea Aeropostal, mejor conocida como “aeropostin” retraso el vuelo casi 1
hora y media, y nos hicieron bajar el avión ya cuando estábamos a punto de
despegar. Nótese que no me agrada para nada la idea de estar dentro de un
aparato tecnológico a más de 3mil pies de altura. Pero bueno, el punto es que
llegamos a la isla dos horas más tarde de lo que teníamos previsto, y empezaban
las responsabilidades de hacer las compras, la comida y todo ese tipo de cosas
que hacen nuestros padres, no carajos de 19 años pendiente de tripear
simplemente.
¡Que vaina tan difícil
es hacer mercado con un portugués! El pana siempre buscaba lo más barato, no
importa que no fuese de calidad y te murieras comiéndotelo, si es barato ¡dame
dos! Aquí ya comenzaban los problemas… los panas con los que viaje ninguno
tomaba café y no querían comprar un miserable kilo de café, y yo me lleve mi
gran cafetera, no podría sobrevivir una semana sin ese dulce néctar de los
dioses. (Por esto los panas me tildaron de drogadicto, vicioso y maniático).
Yo me ofrecí a cocinar
el desayuno o el almuerzo de los días que intentaríamos sobrevivir juntos, ya
que como dije anteriormente, los panas no tenían ni siquiera nociones básicas
de freír una arepa. Pero “el portu” me picó adelante, e hizo el primer almuerzo
de la semana, pasta con salsa de atún… o más bien pasta de chicle con salsa de
atún. Si lanzabas la pasta contra la pared era posible que se quedara pegada
ahí por los siglos, ya me imagino que saben a qué me refiero. Y de esta manera
empezaríamos a sufrir con la comida.
El desayuno del día
siguiente vendría de parte de mi mejor amiga con la que rumbeamos y se quedó en
nuestra casa, y por ende tenía que cocinar o pagar, eligió la primera opción
lamentablemente. Era apenas el segundo día y ya la casa parecía cuando tu mamá
está enferma que no limpia ni cocina.
Las pocas veces que
cocine, la comida quedaba digna de cualquier restaurant de comida gourmet en el
país. El menú era pasta con salchichas, pasta con atún… pasta con atún… pasta
con atún y revoltillo para el desayuno. Ya al cuarto o quinto día,
verdaderamente no quería saber nada de cocinar, solo quería llegar a la casa y
ver toda la comida lista, como por arte de magia.
Los que no cocinaban, se antojaron de comprar "masa lista" para hacer panquecas, aun así cuando yo les advertí que no sabía preparar eso. Y cuando intentamos prepararla, morimos en el intento. Colocamos mucha agua para la poca masa que traía el empaque y para remendar el error, le añadimos harina pan de arepas, la mezcla quedo tan mala que la terminamos botando por el inodoro de la casa el último día, rezando que las tuberías no colapsaran con semejante pegoste.
Los que no cocinaban, se antojaron de comprar "masa lista" para hacer panquecas, aun así cuando yo les advertí que no sabía preparar eso. Y cuando intentamos prepararla, morimos en el intento. Colocamos mucha agua para la poca masa que traía el empaque y para remendar el error, le añadimos harina pan de arepas, la mezcla quedo tan mala que la terminamos botando por el inodoro de la casa el último día, rezando que las tuberías no colapsaran con semejante pegoste.
La bebida antes de
irnos a las discotecas eran mala combinación, ya que dos de los panas, los
cuales me pidieron mantener su nombre en el anonimato, creían que tenían el
cráneo de hierro, y le daban cabezazos a puertas y espejos de los baños de un
hotel que también se mantendrá en el anonimato, algo digno de admirar. Otro
pana, se tomaba cuatro tragos y se creía dueño del mismo hotel al que los otros
panas destrozaban a cabezazos, alegando que el dormiría en ese hotel ¡PORQUE
SI! Ya entro, y de ahí nadie lo sacaba… costo hacerlo entrar en razón para que
saliera del hotel de propiedad privada y se subiera al taxi para irnos a la
casa que alquilamos.
Pero esto no acabaría
aquí, durante tres días estuvimos rumbeando con el mismo grupo de graduandos de
un colegio de Maiquetía, y uno de los panas no hallaba como decirle a una
muchacha que le gustaba, así que como dice Rubén Blades “el borracho está
convencido que el alcohol no le afectan los sentidos, por el contrario sus
reflejos son mucho más claros y tiene más control” se tomó unos cuantos tragos,
y solo basto una noche para llevarse el título de “meloso” por parte de la
misma señorita, coloquialmente hablando, el pana salió “maltripeado”.
No piensen que quiero
contar anécdotas de una sola persona, es que él era siempre el que aparecía en
los problemas entre nosotros. Siempre quería la almohada que estaba ocupada, no
quería fregar ni cocinar cuando le tocaba su turno, y fastidiaba tomando las
fotos, por lo que uno de los amigos le juro que le estrellaría la cabeza contra
un sartén si seguía como andaba.
Él pana que lleva los
apodos de todas las comiquitas posibles era yo, comenzando en el aeropuerto con
“Tío Willy” por ir vestido con una camisa hawaiana y unos lentes oscuros. Luego
era un programa titulado “Cocinando con Mushu” como el dragón de mulan, más
tarde no tardaría en llegar el de “Calarmado” como el personaje de la comiquita
“Bob Esponja” que tiene una risa bastante peculiar, y la cual causaba que ellos
duraran riéndose hasta media hora de mí.
Otra anécdota digna de contar fue cuando fuimos a Playa El Agua. Primero llegamos pidiendo cola hasta Playa Parguito, de ahí a Playa El Agua fueron como 40 minutos caminando. Cuando nos veníamos, decidimos ir caminando por la carretera “que por ahí conseguimos una pick up que nos de la cola” decían… esa espera se alargó a una hora caminando una distancia de aproximadamente 3km, por una carretera doble vía, sin acera y rodeada de puro monte, era tan pero tan feo el lugar que “el portu”, el que no quería soltar los reales, dijo que era mejor pagar el pasaje en autobús.
El último problema que
tuvimos fue cuando limpiábamos y recogíamos las maletas para largarnos, porque
sobro una cantidad de comida que podíamos regalarle a alguna persona porque no
estaba en mal estado ni utilizada. Otro tipo de comida que no estaba en
condiciones de que otra persona las comiera, “el portu” quería regalarlas o en
su defecto, llevárselas en su maleta para venderlas a mayor precio en Maiquetía
para reembolsarse una cantidad de dinero considerable que había gastado durante
el viaje.
Antes de realizar un viaje con tus panas, no lo planees tanto, lo que menos se planea es lo que más de pinga termina saliendo, todo es una aventura que vas a disfrutar mucho contándole a las demás personas.
Comentarios
Publicar un comentario